No me interesa ser una mamá perfecta, soy feliz siendo imperfecta y mis hijos también
Por Pia Quezada, periodista
La perfección se refiere a aquello que es perfecto, que no tiene errores, defectos o falencias, por lo tanto, es algo que alcanzó el nivel máximo posible. Como a mí me gustan las palabras, me quedé pensando en el concepto.
¿Alguién conoce a alguna mamá perfecta? Yo no, si me voy a la definición de la palabra, queda comprobado que no se puede aplicar a las personas, menos a las madres, es imposible. Ahora, son muchas las que creen que lo son o pretenden serlo, ellas, las super mamis. Las hay en todos los países, yo vivo en Alemania y el esquema se repite.
Siempre tienen una respuesta o un consejo que dar, bien maquilladas, de punta en blanco, nunca se cansan y no pierden el control, creen tener hijos perfectos. ¿Ya se les vinieron algunos ejemplos a la cabeza? Seguro que si.
Hace algún tiempo fuimos a un Restaurant con los niños, nos sentamos en la terraza donde hay un pequeño parque de juegos. Habia un grupo de tres mamás con sus respectivos niños, nos sentamos en una mesa cerca de ellas. Casi siempre llamamos la atención cuando vamos a algún lugar, cinco niños no pasan desapercibidos, primero por el número y después por la bulla. Con mi ojo ya entrenado en cosa de madres, me di cuenta que eran madres primerizas que querían alcanzar la perfección, cuando entré con mis cinco pajaritos se pusieron a contar cuántos niños eran y cuchichearon entre ellas. Pedimos la comida y mientras llegaba, se fueron a jugar. Para no aburrirme y no perder el oficio de periodista, las comencé a observar y escuchar. Una de ellas estaba vestida de blanco y rosado igual que su hija, que el coche, que la manta, eran como un algodón de azúcar. La segunda era un poco hippie, todo orgánico, todo natural y la tercera se veía bastante normal. La conversación era como el temario de una revista. Mis niños seguían jugando hasta que llegó la comida y grite: ¡Niños a comer!
Me miraron raro, con cierto espanto, cuando mis trogloditas se avalanzaron a la mesa, las papas fritas volaban y las manchas de ketchup parecían medallas en sus poleras. Sin lugar a dudas, ellas lo habrían hecho mucho mejor y sin gritar , me miraban entre cara de espanto y de pobrecita, pero para mis adentros pensé pobrecitas ellas, están recién empezando, los niños crecen y las dificultades también, no es fácil este camino de la maternidad , aunque es maravilloso al mismo tiempo, no debe ser fácil tratar de ser perfectas todo el tiempo y que todo a tu alredor lo sea. A veces las otras madres son los peores jueces, la solidaridad no está siempre presente.
Las miré antes de irme, me despedí de ellas y les deseé un lindo día, mis niños me siguieron sucios pero contentos.
Estamos cambiando y aprendiendo todo el tiempo y nuestros hijos a una velocidad mayor. Nunca alcanzaremos la máxima perfección,y que bueno que sea de esa manera, deberíamos buscar ser felices, no perfectas, no me interesa serlo y deberíamos desear lo mismo para nuestros hijos.