Por qué tenemos que preparar a nuestros hijos para la guerra
La vida es lo mas lindo que tenemos. Es un regalo. Un milagro si quieren. Siempre vale la pena vivirla. Nos sorprende, nos pone a prueba, nos agota y nos recompensa. Es un camino, no un destino. No importa mucho donde llegues si no cómo llegues. A veces las peores tormentas te dan las mejores lecciones y aprendes a pisar mucho más firme. La vida no es más que un aprendizaje sin fin. Una vez que uno entiende eso, y logra transmitírselo a sus hijos, tiene una batalla ganada.
Para los que somos padres, se nos exacerba un poco el miedo a la muerte. Porque nos sentimos indispensables para nuestros hijos. Y eso no deja de ser cierto… hasta que crecen.
Tu hijo va a depender o no de ti según las armas que le entregues para hacer frente a la vida. Que es una guerra. Puede sonar pesimista o catastrófico, pero no lo digo en ese sentido. Todo lo contrario. Me refiero a que en todos los caminos hay obstáculos. A algunos les toca mas duro. A otros no tanto o quizá, estaban mejor preparados para enfrentar lo que pueda venir. En el mundo consumista y competitivo en el que hoy vivimos, a veces perdemos un poco el norte. Es muy común encontrarnos hablando de las notas de nuestros hijos, de lo que quieren estudiar, de cuántos hijos quieren tener o de la casa donde les gustaría vivir. Muy pocas veces nos preocupamos de cómo se sienten frente a esos desafíos, si realmente quieren estudiar o formar una familia, o más importante aun, de qué cosas les provocan pena, miedo, ira, desilusión. Con qué sueñan o qué quisieran lograr y cómo. De su parte más emocional y para algunos, espiritual.
En un mundo donde la gente puede matar por plata, política, religión y muchas más cosas es importante armar a los hijos con la desconfianza frente a cierta gente, con la seguridad en si mismos, con la tolerancia a la frustración, con la perseverancia, con el amor infinito por su familia y con el agradecimiento. Siempre les digo a mis hijos que mi palabra favorita es GRACIAS. Porque es potente. Porque resume todo. Porque nadie que sabe, entiende, valora y agradece lo que es y lo que tiene puede botarlo tan fácilmente una tormenta. Porque el decir gracias todos los días da una energía y una entereza que uno no sabia que existía. Porque armar a los hijos con amor, con compasión, con tolerancia les puede abrir los ojos a un mundo nuevo. Porque las tormentas se pueden vivir en paz si uno está bien armado. Aunque suene paradójico. Porque la vida nos puede cambiar en un segundo, y si no necesitamos perder personas, salud, trabajo para valorarlo, habremos aprobado la prueba antes de darla. Y al final es eso. No importa tanto lo que te toque si no cómo lo vivas. Y eso es lo que tenemos que dejarle a nuestros hijos. Educación por supuesto. Pero también un escudo. Para protegerse de la maldad. Una espada que les permita avanzar cuando todo parece venir en contra. Y una luz. Para que nunca pierdan de vista que aun en la oscuridad, pueden encontrarla.
Pamela Porter
periodista